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martes, 26 de julio de 2011

Cuando el rol de mamá queda grande

Cuando el rol de mamá queda grande


Estos son algunos indicadores de que puedes ser una madre inmadura, o que la tuya lo es.
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Las mujeres tenemos 9 meses para pasar de ser hijas a ser madres. Puede parecer mucho tiempo, pero si uno se pone a pensar en esa difícil tarea que dura para toda la vida, resulta un período bastante corto. “El trabajo de la maternidad es un desafío muy grande”, explica la Licenciada en Psicología Verónica Barca, especialista en los temas de género.
De mejor o peor manera, el género femenino se las arregla bastante bien para afrontarlo; incluso, la mayoría de nosotras llegamos a convertirnos en madres multitasking, es decir, hacemos varias tareas a la vez.

Sin embargo, hay mujeres que nunca logran madurar. Hay mamás que son más infantiles que sus niños. Y en general, lo son para toda la vida. A veces, a los hijos les lleva años elaborarlo; otras, lamentablemente, de adultos repiten el modelo con el que fueron criados.

Pero como la idea no es generalizar, hay que destacar que existen diferentes grados y estilos de madres inmaduras (quizás, en el fondo, todas tenemos un poco de ese ingrediente). Algunas no pueden ni hacerse cargo de sus hijos y terminan por abandonarlos o, aunque convivan con ellos, se les hace imposible responder a cualquier tipo de necesidad; es decir, un abandono psicológico aunque estén en el mismo lugar físico. Hay otras mujeres que no pueden crecer y quedan equiparadas en la edad de sus chicos. No se ubican en su edad cronológica y muchas veces llegan a competir con ellos, en especial si son del sexo femenino. Tampoco faltan aquellas madres que si bien están predispuestas a cuidar de sus hijos, les cuesta tomar decisiones y responsabilidades; como no quieren confrontar dejan que los mismos niños lo hagan. Son muy permisivas y no ponen ningún límite. Quizás este modelo de crianza resulta engañoso, ya que parecen ser muy pacientes y bondadosas, sin embargo, en realidad no están cumpliendo con la tarea que les corresponde como adultas.

Seguramente existen muchos otros ejemplos, pero lo interesante es saber qué ha pasado con esas personas que carecen de una inteligencia afectiva para cuidar niños.

Algunos de los factores que Barca destaca, para comprenderlo mejor, son los culturales y de educación. Es decir, la historia personal de cada mujer. “Por ejemplo, últimamente se han prolongado los tiempos. En el pasado no tenían otra opción que madurar de golpe. Pero hoy, en especial si hablamos de las clases acomodadas, a los chicos se les facilitan muchas cosas, se los sobreprotege y se los cría con poca tolerancia a la frustración”. Esas personas, luego, tienen dificultades mayores para asumir responsabilidades tan importantes como ser padres. Sería como vivir una eterna adolescencia. Asimismo, a muchos de ellos les cuesta abandonar el nido y se quedan en la casa paterna hasta pasados los treinta años.

¿Justo mi mamá?

¿De qué manera puede influir en un chico tener una mamá inmadura? “Este tipo de niños tiende a asumir responsabilidades que no le corresponden y terminan poniéndose en un rol de adultos. A veces se encuentran muy desorientados y se ven expuestos a riesgos innecesarios.” comenta la psicóloga.

¿Cómo hacen para crecer? “En general, sienten una gran ausencia, un espacio vacío que no se llena nunca y les cuesta mucho construir su propia madurez”, aclara Barca. Además, agrega que es muy difícil volver a poner a esos niños en su lugar, muchas veces teniendo que contar con ayuda psicoterapéutica. “En algunos casos, incluso, cuando son grandes deciden no tener hijos para no enfrentar la crianza”, dice.

Sin embargo, el tiempo pasa y crecen como pueden. Y a medida que lo hacen van tomando conciencia de lo que les ha tocado vivir. Para la especialista es muy importante tratar de evitar los enojos. Lo mejor es reflexionar y darnos cuenta de que aquellas madres que les han tocado en suerte también son producto de una historia, y que seguramente hicieron lo que pudieron. En segundo lugar, es ideal crear un canal de diálogo para tener la posibilidad de hablar sin reproches. “La hostilidad y la furia paralizan, no llevan a ningún lado. Lo mejor es tratar de transformar esa energía en algo positivo para armar un modelo mejor”. De lo contrario, quedan detenidos y no logran crecer, al igual que les ocurrió a sus madres.



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